Mente_libre
viernes, 6 de septiembre de 2019
miércoles, 13 de junio de 2018
Entre Vagones y corazones
Hola mi nombre es Bell,
tengo 30 años de los cuales llevo 5 viajando de lunes a sábado en tren, los 2
primeros por motivos laborales, el recorrido es Temuco- Victoria y viceversa.
Tantos años
haciendo este recorrido me ha permitido conocer gente, el camino, el personal
de la estación, los perros que viven y duermen a los alrededores, también he
visto gente de paso, gente que nunca más volverá o que nunca más ocupará un
asiento en mi vagón. Lo que nunca se repite y nunca sé, es que situación
asaltará mi mente durante el viaje, a veces recuerdos buenos o malos, a veces
problemas, a veces soluciones, pero lo que nunca he perdido es la sonrisa con
la que observo mi entorno y es que siempre ha sido muy grata para mí esta
rutina.
Cuando tengo
suerte, conozco personas muy interesantes, personas con las que puedo hacer
catarsis o compartir algunas experiencias o historias de vida, o simplemente
aprender de sus historias y experiencias, esto me ha hecho pensar que los seres
humanos estamos en constante cambio y por supuesto que la interacción con otros
nos permite transformar nuestros pensamientos, ver a veces que eso que tanto
nos atormenta no es tan grave si sabemos reconocer en el otro una situación
grave o de mayor complejidad y al momento de usar nuestra empatía, solo ahí
somos capaces de encontrar respuestas a nuestros propios dilemas internos, porque
para cada uno su problema es más grave que el del otro, pero en realidad
también siempre encontramos peores problemas en el otro. Paradojo.
¿Será que el ser
humano en su disconformidad, también asume que los demás tienen “mejores”
problemas que ellos? ¿O será que al saber el problema del otro realmente
logramos dejar el egocentrismo y alcanzamos la empatía?
A veces quisiera
seguir el viaje, porque cada vez se me hace más breve, sobre todo cuando debo
cortar una conversación obligadamente porque ya he llegado a destino, que ganas
de dejar mi obligación y hacer lo que dicta mi corazón, seguir sobre aquellos
rieles, seguir mirando mi entorno, seguir encantándome con el placer de
recorrer aquella geografía que guarda tantos secretos, tantos amaneceres y
anocheceres.
Día 1
Fue precisamente
uno de esos días, en los que deseaba seguir mi viaje cuando se acerca un hombre
alto y delgado de aproximadamente 35 años, ojos verdes, pelo castaño, piel
blanca, con jeans gastados y chaqueta de cuero, pregunta si el asiento de al
lado estaba ocupado, lo miré y respondí “desde hace mucho que no”, solo sonrió,
sacó un libro y se puso los audífonos, reconocí el sonido de su música Chris
Cornell Unplugged, pero no logré identificar la portada del libro, me inquietó
bastante, porque si había un sonido familiar pudiese ser que su literatura
también lo fuese. Miré como de costumbre por la ventanilla los rieles y
primeros movimientos del tren, esa partida me daba la energía para comenzar el
día. De pronto, un gorrión golpeó la ventanilla, mi compañero lo miró y sonrió,
yo quedé estupefacta, me miró y me dijo: “la naturaleza te da los buenos días”
y continúo en lo suyo, yo solo lo miré extrañada.
Esta vez el viaje
se había tornado un poco extraño, llegó el momento de bajar, seguí la rutina
acostumbrada, tomé mis cosas y bajé. Mientras caminaba hacia la salida sentí
que me observaban, me di vuelta y este hombre me estaba mirando muy fijo,
enderecé mí cabeza y continué mi camino.
Día 2:
Este día fue más
extraño que el anterior, porque esta vez el hombre que había visto se sentó a
mi lado y me dijo “este asiento ya no estará desocupado” y comenzó hablar, para
mí eso no era nuevo, así es que como una gran anfitriona comencé a escucharlo e
intercambiar ideas, justo cuando el tren estaba emprendiendo su marcha y yo
mirando por la ventanilla, nuevamente apareció el gorrión y la golpeó, esta vez
miré al hombre para encontrar una respuesta y él solamente dijo: “la naturaleza
te está saludando” y cambiamos el tema, si bien es cierto era un suceso
extraño, no le di importancia porque para él tampoco lo era, ese día
conversamos mucho, no hubo tiempo de mirar el entorno, ni de pensar, tampoco de
escuchar música o leer un libro.
Día 3:
Debo reconocer que
este día esperaba volver a verlo, el día anterior no hablamos de nada personal,
tampoco supe hacia donde iba ni de donde era, muchos menos si frecuentaría este
recorrido, tampoco su nombre.
Subí a buscar mi
asiento de siempre y ahí estaba él, esperándome, al menos esa sensación me dio,
me senté y nos saludamos como grandes amigos, conversamos, nos reímos,
intercambiamos ideas, opiniones, era muy sabio y para cada tema tenía una conclusión
o un relato interesante, pero esta vez se dedicó a escucharme y puso atención a
cada palabra, me observaba como tratando de encontrar respuestas o conectarse
conmigo, me sentí un poco incómoda pero aún así no me desconcentré y tampoco me
desconecté, traté de entregarle mi esencia en cada palabra que salía de mis
labios, traté de conectarme con las suyas. Este viaje se sintió diferente a los
anteriores, sentía que me llevaba algo, que había ganado algo en este viaje,
pero también sentía que algo había perdido.
Día 4:
Si tuviese que
describir este día, en una palabra, diría que fue inconexo.
El día anterior, el
hombre me entregó un sobre y dijo que debía leerlo hoy durante mi viaje, esperé
por él, pero esta vez no llegó, el tren comenzó su andar y el gorrión que ayer
no había golpeado la ventana estaba muerto a un costado del riel.
Tomé el sobre y lo
leí, decía lo siguiente:
Esta mañana la
naturaleza no te saludará, porque al igual que los seres humanos también cumple
un ciclo, el gorrión que golpeaba la ventanilla era la señal que había estado
esperando para saber cuándo encontraría a la persona adecuada, el problema es
que yo no lo soy para ti ¿Cómo lo sé?, porque tu esencia y alma están
conectadas a ti misma, lo cual no quiere decir que sea malo, simplemente
estamos a destiempo, en otra sintonía, es como haber abordado el tren indicado,
pero a otra hora. La otra señal es el gorrión muerto en la orilla del riel, yo
lo vi morir ayer antes de golpear la ventanilla, no te percataste de aquello,
eso significa que mis señales son imperceptibles para ti. No te preocupes, el
tiempo se encargará de encontrarnos cuando debamos estar juntos, o cuando
logremos tomar el mismo tren, a la misma hora y hacia el mismo destino.
Ese día cambió mi
vida, porque pese a su percepción él para mí había significado mucho en estos
días, tanto así que esperaba verlo cada mañana, no logré decírselo, solo me
escribió, se despidió y no volvió. Al bajar del tren vi una mujer que lloraba
amargamente y abrazaba un libro, me acerqué para ofrecerle un pañuelo y
contención, ella me miró y me dijo tu eres Bell, sí le dije, me entregó el
libro y era el mismo que él estaba leyendo ese primer día, el título era:
“Entre vagones y corazones”, por Jean B. ella me contó que el día anterior él había
sufrido un accidente grave y que había fallecido al instante, me dijo que ese
libro era para mí, me lo entregó y se fue.
Al reverso de la
tapa decía: “Si después de leer la carta decides buscarme, estaré ocupando el
lugar que nunca más estará desocupado”.
Desde ese día sigo
viajando a la misma hora, mismo tren, mismo asiento, esperando que un día la
naturaleza me vuelva a saludar y que aquel tren sea el que me lleve a su
destino.
miércoles, 6 de junio de 2018
Otoño
El frío penetra el cuerpo cual aguja en la piel,
el alma se congela y el aliento se vuelve vapor,
las emociones transforman el amanecer en anochecer
y la luz del día no aclara la ilusión ya marchita.
Es un ocaso que cae como una hoja seca, sin color, sin vida.
Es la dicha de encontrar consuelo en un renacer,
un renacer sin tiempo, ni horario, ni dirección,
sin retorno, sin recuerdos.
el alma se congela y el aliento se vuelve vapor,
las emociones transforman el amanecer en anochecer
y la luz del día no aclara la ilusión ya marchita.
Es un ocaso que cae como una hoja seca, sin color, sin vida.
Es la dicha de encontrar consuelo en un renacer,
un renacer sin tiempo, ni horario, ni dirección,
sin retorno, sin recuerdos.
miércoles, 30 de mayo de 2018
Nostalgias
Puedo sentir como
mi cuerpo yace dentro de un subterráneo, sin luz, sin amaneceres, puedo sentir como
los profanos seres ocultos en la oscuridad susurran y me observan a lo lejos, esperan el
momento, aquel momento en el que mi cuerpo se entumezca y mis ojos se cierren
al fin, están sedientos,
están hambrientos de dolor, huelen mis miedos y mis nauseabundos recuerdos aniquilantes,
mortífero ser.
La llama de sus ojos no logra traspasar el gélido corazón amordazado por la desgracia de gritos apabullantes y silenciosos que retumban y resuenan una y otra vez en las paredes de la inconsciencia. Es una eterna agonía, una lucha entre el deseo y el sentir.
Cada segundo, el
frío traspasa y cala profundo cada vértebra, músculo y hueso que sostiene este
cuerpo inerte, porque ahora siento que no soy nada, ni la sangre que fluye por
mis poros logra excitar y despertar la vívida locura y desenfreno que algún día
padecí.
Sepúltame luego
junto a tus recuerdos, desóllame con tus manos antes que lo hagan sus garras,
atraviesa este maltrecho pesar con las dagas afiladas de la omisión, termina
con el sufrimiento de tener que pensar cuando solo se debe estar.
Pronto dejaré de
sentir, pronto dejaré de existir, pronto dejaré de huir, entiérrame junto a ti
o deja que vengan por mí.
lunes, 2 de octubre de 2017
Realidad paralela
Con 30 años de edad Regi jamás imaginó que
le sería tan difícil llegar hasta ese momento, siempre imaginó que su vida
sería corta y que los problemas no asaltarían su vida como lo han hecho hasta ahora.
De niña siempre fue retraída, lo cual la hacía alejarse de la gente, aunque
jamás perdió el sentido de la cortesía y sabía actuar políticamente correcto.
Creció pensando en que la vida que vivía era inexistente y que no era más que
un sueño; que la realidad era que había caído en coma y pronto despertaría,
vería a su madre, padre y hermano. Cada año, para su cumpleaños decía: “este
será mi último cumpleaños en este sueño, pronto despertaré y mi realidad será
otra”.
Así pasó el tiempo, los años y cuando Regi
cumplió 30 años, ese mismo día, recibió una visita, era un hombre con un rostro
muy afable, ella lo observó y preguntó quién era, él solo la observaba y le
sonreía. Lugo de unos 3 minutos de silencio, él le dijo que hace muchos años se
había ido a otra ciudad y que precisamente
en ese departamento que ella vivía, vivió él con su familia y que había dejado
entre unas tablas del piso una cajita con las pertenecías y recuerdos de una
hija que él tuvo y que falleció cuando era muy pequeñita. Regi sorprendida lo
invitó a pasar, pese a que sabía que no debía confiar en extraños, él le
parecía un hombre confiable, además quiso probar su intuición y comprobar a su
vez que realmente existía esa cajita de la que él hablaba. Pero para sorpresa
del hombre al momento de buscarla, se encontró confundido, ya que el
departamento había sufrido varias transformaciones. Se concentró y comenzó a
recordar cómo era en aquellos años y lo llevó a la realidad, al fin, vio bajo
un mueble un tablón, corrieron el mueble y comenzó a contar, desde el primero
que daba a la pared, hasta llegar a 3, sacó la tabla y ahí estaba la cajita.
Regi, lo miró, tomó la cajita en sus manos y comenzó a recordar cosas, pasaron
mil imágenes por su cabeza, la abrió y ahí había fotos de ella cuando era
pequeña, de su familia y su padre que había muerto cuando ella tenía 7 años de
edad. Regi miró aquel hombre y reconoció en su mirada la de su padre, no podía
creerlo, era su padre, siguió mirando las fotos y comprendió que lo que ella
creía desde niña, que vivía un sueño, era una realidad paralela, efectivamente
estuvo en coma y jamás despertó y ahora era la muerte quien se encargaba de
juntarlos una última vez.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)